Esta es la historia de una de las experiencias más trascendentales de mi vida, pues he tenido una experiencia increíble con la abuela. Sin duda alguna,  son tan ricos los tamales que se hacen en casa, “sólo para los de la casa”, con ese toque tan especial de la mano y conocimiento de la abuela, que recuerdo muy bien cuando decía que quien batía la manteca de los tamales no se tenía qué enojar porque le salían pintos o no se cocían.

Crecí viendo cocinar siempre a mi “Mami Eli” para la cena de Nochebuena, haciéndonos sonreír a todos después de comer las delicias que preparaba, pero yo sabía que algún día, su famosa receta de tamales llegaría a mí para seguir con el sabor de la familia y aprenderle sus mejores secretos.

Al fin llegó el día en que me explicó el proceso y el amor que año con año, merecía cada tamal. En algún momento, mientras separábamos las hojas de plátano, me contó cómo las cosas han ido cambiando desde que ella aprendió a preparar, a su vez, los tamales con la “bisa” y cómo año con año, se ha perdido la tradición de cocinar estas recetas en familia. ¡Nadie sabe la emoción que sentí al ver en sus ojos, el reflejo de una historia que va más allá de una receta! A través de mi abuela, pude imaginar a su mamá, aquella viejecita de la que ya sólo vagos recuerdos tengo. En este preciso momento logré comprender que más que una receta de tradición, es una hermosa costumbre que nos une como familia, a través de las generaciones.

Luego de tantas pláticas, mi abuela y yo decidimos unir lo más fuerte de nuestras generaciones: su sabiduría y mi entusiasmo, siempre de la mano de las tradiciones y con todo el amor con el que se preparan las comidas según lo hace ella.

Finalmente, me dejó a mí sola preparar la receta que por años ha atesorado como parte de la familia y cuando estuvieron listos mis primeros tamales, regalándome esa su mirada dulce y tierna, me dijo: “Ta bien mija, sigue siendo el mismo sabor”.

Ahora, la receta tiene para nosotras mucho más valor, pues ya no se trata solamente del amor de mi abuela, sino del amor y la preparación que representa nuestra nueva generación. Al decirme “Ta Bien”, está reafirmando con orgullo que su experiencia y el sabor de su tradición están presentes en esta nueva cocina que llevo de su mano.

Al final, sin importar el paso del tiempo, cuando dos generaciones se unen, me he dado cuenta que pasan cosas maravillosas e independientemente de haber creado una experiencia increíble juntas, llevo el legado y el sabor de una hermosa generación.